jueves, 26 de mayo de 2016

Copistas e iluminadores




Copistas


En la edad media, tanto el escriba como los iluminadores eran monjes que trabajaban en el scriptorium de los monasterios. Generalmente varios artistas compartían la decoración del libro y durante el proceso, el maestro escribano dejaba espacios en blanco para los ilustradores con las instrucciones a seguir.



El Vivario de Casiodoro


Hacia fines del siglo V, con la caída del imperio romano en el occidente, las bibliotecas públicas fueron desapareciendo, algunas por saqueos, otras por el fuego ( la de Alejandría).
Asimismo, un remanente romano se mantuvo en Constantinopla durante otros mil años.

Al norte de Italia, Flavio Aurelio Casiodoro soñaba con fundar una universidad cristiana en Roma y comenzó a reunir libros para la biblioteca que contendría. A los 60 años se convirtió en monje y fundó el Vivario, un monasterio en donde sólo se valoraba la literatura secular en la medida en que ayudara al estudio de la palabra de Dios. Ponía el acento en la importancia de preservar los textos antiguos más importantes y se negaba a desechar materiales potencialmente útiles. Muchas bibliotecas medievales ayudaron a preservar escrituras condenadas por la Iglesia borrando los títulos y autores considerados heréticos o atribuyéndoselas a escritores que no eran cuestionados.

El Vivario no duró mucho tiempo después de la muerte de su fundador, después de su extinción la mayoría de los libros fue enviado a la biblioteca de Letrán ( la biblioteca del Papa en Roma) y de allí, los ejemplares lentamente fueron dispersados por toda Europa.

El Vivario no fue el único centro de estudio religioso de Italia en siglo VI. La biblioteca de Luculano, cerca de Nápoles, fue fundada en el año 529. Benito de Nuria estableció la Regla Benedictina, que se extendió por toda la Europa católica y finalmente llegó a regir en casi todos los monasterios medievales.

Abadías y monasterios de Irlanda


En las abadías irlandesas se leía literatura cristiana y secular a fin de que los estudiantes pudieran dominar el latín para comprender los libros sagrados y se guardaban en cartapacios de cuero que se colgaban de las paredes en estacas de madera. Estos cartapacios se empleaban también para llevar de un monasterio a otro los peregrinos en sus viajes.

Uno de los primeros monjes Irlandeses fue Columbano, nació en el año 521. Cuando aún era estudiante recorría el país buscando libros nuevos y, si obtenía el permiso de sus dueños, los copiaba. En una famosa instancia no lo obtuvo pero, de todos modos copió el texto, fue unas de las razones que desencadenó el exilio de Columbano. Navegando por el mar de Irlanda fundó en la isla de Iona un monasterio desde cual el cristianismo se extendió por el norte de Bretaña, los monjes misioneros estudiaban y copiaban las Escrituras .
El monasterio que fundó en Bobbio al norte de Italia, le dio reputación de intelectual. La biblioteca tenía numerosos clásicos de la literatura romana que se copiaron allí. Además muchos de sus manuscritos latinos contienen palabras glosadas en irlandés antiguo, los que sirvieron de valiosa fuente de información para la historia de la lengua.

Bobbio Fue víctima de saqueadores cristianos; su ubicación, a mitad de camino entre la sede papal en Roma y las ciudades de Alemania Imperial atrapó a Bobbio en las redes de la política.



Cuando el Papa envió a Inglaterra al monje griego Teodoro como arzobispo de Canterbury (668), los estudiantes leían a los clásicos seculares de Grecia y Roma al mismo tiempo que los libros cristianos. (En Irlanda e Inglaterra, el latín no era la lengua de habla cotidiana como en Italia, España y Galicia, sino una lengua extranjera que debía ser estudiada).

Durante la vida del benedictino Biscop (628-690), en Bretaña, los monasterios europeos, la Regla benedictina fue reemplazada por el código de Columbano, en sus visitas a Roma, Biscop adquirió muchos libros que llevó a Inglaterra.

Regresando de una misión en Roma, Alcuino conoció a Carlomagno y en el palacio de Aachen, estableció una biblioteca que incluía antigua poesía franca y textos sobres gramáticas germanas. De los libros clásicos se hacían copias que se entregaban a las catedrales y los monasterios de todo el imperio. El interés de Carlomagno en propagar el conocimiento en los monasterios se extendió hasta el más mínimo detalle: ordenó adquirir bosques para poder cazar animales que proporcionaban cuero para las escrituras.

Alcuino abogaba por el valor de los libros seculares argumentando que el conocimiento que contenían podía ser empleado para los fines de la Iglesia.

Cuando murió Carlomagno, su hijo Luis el Pío limitó la educación monástica y el Programa  se concentró en los Padres de la Iglesia, y desalentó el estudio de la literatura, cristiana y secular.



La abadía de Fulda

Abadía de Fulda


Situada cerca de Kassel en Alemania, la abadía de Fulda fue fundada en 744 por San Bonifacio . Ricamente dotada por Carlomagno, la abadía adoptó la regla benedictina.


En 751, el papa Zacarías eximió a la abadía de cualquier jurisdicción episcopal distinta de la del obispo de Roma, es decir del papa. Bajo la enérgica dirección de Rabanus Maurus (822-842) la congregación, con un efectivo de alrededor de 600 monjes, se impuso como centro científico del Occidente cristiano. La biblioteca, fundada por Rabanus Maurus y por el director de la escuela Rudolf von Fulda, contenía alrededor de 2000 manuscritos. Como consecuencia de nuevas donaciones, adquirió una influencia inigualable para sabios de toda Europa. Por donación de nobles francos, la abadía obtuvo nuevas tierras hasta el valle del Main. 
Entre las obras de la Antigüedad que han sido copiadas (y por lo mismo salvadas) en el scriptorium de Fulda, se incluyen:
  • Un manuscito conteniendo el Diálogo de los oradores y la Germania de Tácito, descubierto en 1451 en el monasterio de Hersfeld por Hénoch d’Ascoli, emisario del papa Nicolás V.
  • El Laurentianus 86, un manuscrito de los Anales de Tácito.
  • El Vaticanus latinus 1874 y el Cassel Phil 2º 27, dos manuscritos del Res gestae de Ammien Marcellin.
  • El Ambrosianus L85 sup. De De agricultura de Columela, fechado en 825
  • El Bamberg Msc.Clas. 54 (Biblioteca del Estado de Bamberg), un manuscrito de la Historia de Augusto.
  • El Vaticanus latinus 3277, un manuscrito de los Argonautas de Valerius Flaccus.
  • El Leeuwarden 55, un manuscrito de las Noches Áticas de Aulus Gellius.
  • El manuscrito nº 8 de la Biblioteca Baldeschi-Balleani, un testimonio de De grammaticis de Suetonio.
  • El Laurentianus 47, 36, un manuscrito de las Cartas de Plinio del Joven.
  • Un manuscrito del célebre De re coquinaria d’Apicius, conservado hoy día en la Academia de Medicina de Nueva York.
Fue también en Fulda donde Poggio Bracciolini descubrió en 1417 la obra del filósofo y poeta Tito Lucrecio CaroDe rerum natura (Acerca de la naturaleza de las cosas) escrita probablemente hacia el año 50 antes de Cristo. 

Y en el scriptorium de Fulda se transcribieron (en el Códice 136 de la biblioteca parroquial de Merseburg) los conjuros de Merseburg, los únicos conocidos en lengua teutónica. 

El monasterio de Sankt Gallen o San Galo


La influencia de Fulda no se limitó simplemente a la copia de libros, también allí se formaron los monjes que luego dieron clases en Sankt Gallen.
Sankt Gallen fue fundado en el año 613 y adoptó el nombre de su fundador, un monje irlandés compañero de San Columbano.
Bajo el gobierno del abad Reichenau (740-814) se copiaron numerosísimos manuscritos, levantándose así una muy nutrida biblioteca. Muchos monjes irlandeses y sajones se establecieron en la abadía para dedicarse exclusivamente a la copia de manuscritos.


El plano de Sankt gallen nos da una idea de lo que se consideraba un monasterio ideal carolingio. Si bien no se ejecutó completamente, influyó en el diseño de los monasterios benedictinos y cistercienses de toda la Europa medieval.
El monasterio carolingio debía ser autosuficiente para que los monjes no tuvieran necesidad de salir de allí. Sembraban y cosechaban sus cereales y vegetales; criaban peces en sus lagos y cuidaban aves y ganado. Si bien los monjes no consumían carnes rojas más que cuando estaban enfermos, destinaban las pieles de los corderos y terneros para el scriptorium, como así también las plumas de los gansos.
Hacia fines del siglo VII, el pergamino ya había reemplazado por completo al papiro. Ambos elementos eran costosos pero el pergamino se podía obtener de los medios locales mientras que el papiro, no. Además el pergamino permitía mejor la utilización de las tintas de colores para su iluminación y rubricación. (Lerner, 1999)
La biblioteca y el scriptorium eran partes vitales del
Plano real de Sankt Gallen
monasterio, según el plano debían estar ubicados entre medio de las dos escuelas: la escuela externa, que educaba a los hijos de la nobleza y a los aspirantes a sacerdotes seculares; la escuela interna educaba a oblatos y novicios para la vida monástica.
En la parte norte de la iglesia había un edificio de dos pisos donde se encontraban:

  • El scriptorium, en la planta baja.
  • La biblioteca, en la planta alta.
Este ubicación permitía la entrada de una luz difusa y no directa a los copistas ya que las ventanas daban al norte.

El scriptorium proporcionaba libros para el uso del monasterio, de otros monasterios y de dignatarios eclesiásticos y líderes políticos.
Los libros que se copiaban venían a veces de lugares muy lejanos: por ejemplo frecuentemente se intercambiaban manuscritos entre Bobbio y Monte Casino.
Camino desde Bobbio a Monte Casino
Cuando se necesitaba un libro, se enviaba un copista a un monasterio distante para que lo copiara o, algunas veces se organizaba un intercambio entre dos monasterios: cada cuál copiaba un libro  que el otro no tuviera en su biblioteca. Para acelerar el proceso, desarmaban los libros prestados para que varios copistas pudieran trabajar al mismo tiempo.
Copiar manuscritos era una tarea ardua. el libro en sí era una obra artesanal que requería del esfuerzo de varios especialistas para su confección:


  • un escriba experto en caligrafía,
  • un iluminador,
  • un revisor del texto y
  • un encuadernador.
Cada manuscrito se escribía en hojas sueltas que luego se ensamblaban para ser encuadernadas. Además muchas veces el copista escribía con el pergamino apoyado en las rodillas por lo que muchas veces, al final de los escritos, aparecían las quejas del copista:

"Tan sólo escriben tres dedos, pero es todo el cuerpo el que trabaja";


o expresiones de alivio por llegar al final de la obra:



"Como el marinero se alegra de ver la orilla acercarse, así me alegro yo de ver el final de este libro" (Porres, sf).


Un copista experimentado era capaz de escribir hasta tres folios por día, y escribir un manuscrito completo llevaba varios meses de trabajo.

La necesidad de los monasterios de tener biblioteca surgió del reglamento de San Benedicto. Según esta regla, los monjes debían tener períodos específicos de trabajo manual y otros de lectura de oraciones.
Como la Regla prohibía también la propiedad privada, los monjes debían tomar sus libros de la posesión común.
Los libros estaban a cargo de un bibliotecario cuya responsabilidad incluía el Scriptorium y todas las colecciones del monasterio.
El préstamo de libros ocurría así:
El bibliotecario, ayudado por otros monjes, disponía los libros sobre una alfombra. Luego iba nombrando a cada monje y el título del libro que le había prestado el año anterior. Cada monje era interrogado para ver si el libro había sido leído diligentemente. Si respondía en forma satisfactoria se le daba a elegir un libro para leer en el siguiente año, si no se le pedía que estudiara del mismo libro por un año más.
Aparte del Instituciones de Casiodoro, no existía literatura sobre la organización de las bibliotecas ni capacitación especial para bibliotecarios.
Los más experimentados compartían sus conocimientos viajando a otros monasterios para catalogar sus colecciones. Los bibliotecarios de los monasterios tenían catálogos de libros de las colecciones de otras instituciones lo que les servía para ubicar los manuscritos que necesitaba copiar o para preparar otro texto. Esto podría considerarse como los inicios delos intercambios bibliotecarios.
En la época carolingia, muchos monarcas, aristócratas y eruditos poseían pequeñas bibliotecas privadas. Los libros no sólo eran sinónimo de religiosidad y erudición, sino también de riqueza. Los materiales con que se fabricaban eran muy costosos, por ejemplo una copia de Virgilio requería más de 50 pieles.
Como los libros eran tan valiosos, los monasterios protegían sus bibliotecas con que protegían el altar de plata y las vestiduras sacerdotales.



Las Bibliotecas Monásticas



Entre el siglo X y XI una nueva espiritualidad se extendió por toda Europa, la vida urbana comenzó a desarrollarse y la riqueza aumentaba, los monasterios se estaban convirtiendo en entidades que procuraban más en la obtención de riquezas que por su devoción de sabiduría.

La sociedad empezaba ser más compleja y urgía la necesidad de un sistema educativo. La educación paso de los monasterios rurales a las escuelas urbanas y con ellas también las bibliotecas Europeas.
El surgimiento del comercio favoreció al crecimiento y circulación de personas,  ideas y libros de todo el continente, esto introdujo cambios también en la vida monástica y se empezaron a realizar peregrinaciones de muchos hombres y mujeres de Canterbury y Compostela a Roma y Jerusalén.
Europa también tuvo influencia de las cultura de Bizancio y el Islam. Este ambiente favoreció a la traducción de viejos libros y la compilación de nuevos. de este modo muchos clásicos de la filosofía griega, de ciencias naturales y medicina, preservados en la escritura árabe se tradujeron al latín y entraron a la bibliotecas occidentales.
Como efecto secundario de esta apertura y en oposición a la riqueza y la corrupción clerical surgieron en los sectores laicos ideas heréticas o de herejía, según la Iglesia Central, y se formaron sectas anticlericales, una de las famosas fue la de los cátaros (albigenses) que se extendió rápido por Francia en siglo XII.
Para combatir estas prácticas surgieron nuevas órdenes de sacerdotes, llamadas mendicantes porque Vivían en la caridad: los Frailes dominicos, Franciscanos, carmelitas y agustinos. Estas órdenes fomentaban la pobreza pero no la ignorancia, predicaban la fe, eran eruditos en la persuasión y en las prácticas para capacitar a sus miembros.
El voto de pobreza de los frailes no les permitía tener libros, por lo que para estudiar debían usar las bibliotecas que se establecieron como lugares de trabajo. Los libros eran elegidos por su utilidad y no por su belleza, además estas órdenes facilitaban el préstamo de los libros a otros conventos. Estas espléndidas bibliotecas que establecieron los frailes en sus conventos sirvieron de modelos para las universidades. Los mendicantes crearon bibliotecas en sus conventos, en ciudades universitarias, para que los miembros que estudiaban en las universidades pudieran acceder a los libros que no estaban acostumbrados a encontrar en los monasterios.  

Surgimiento de las Universidades




Al cerrar las escuelas externas, los monasterios benedictinos comenzaron a limitar sus actividades educativas a sus propios miembros. Las Universidades surgieron para llenar ese vacío.
El surgimiento de los intercambios comerciales y la expansión de los gobiernos centrales requerían administradores y legistas con mayor educación que podían proporcionar los monjes y predicadores.
Las primeras universidades surgieron en Bologna especializada en leyes, y en París, especializada en Teología. Pronto dominaron la vida intelectual cristiana y atrajeron alumnos de toda Europa. Los monarcas y obispos comprendieron las ventajas de tener a jóvenes talentosos a sus dominios y durante el siglo XIII y XIV se fundaron universidades en toda Europa occidental.
Generalmente las clases de estas universidades las realizaba un instructor o maestro que leía el contenido de los textos y ampliaba con algunos comentarios. Los alumnos escuchaban y participaban de debates para intentar resolver los puntos más difíciles. Al principio los estudiantes no hacían uso de las bibliotecas y en algunas universidades tampoco había.
Pero la enseñanza universitaria requería libros tanto para dar las clases como para preparar los debates públicos. El alto costo de los libros sólo posibilitó la compra de copias propias a los más pudientes. Los mendicantes que estudiaban teología recibían libros de las órdenes a las que pertenecían, los alumnos seculares alquilaban libros a libreros que se lo entregaban para que pudieran hacer sus copias. Las bibliotecas de las universidades de España, Italia y Francia recién comenzaron a cobrar importancia en el siglo XV.
Una biblioteca recién fundada sólo disponía de una pequeña colección. Alojaba un solo armario único y una sala con algunos escritorios y mesa de lectura. En ciertos monasterios o catedrales se crearon espacios parcialmente cerrados cerca de ventana que proporcionaba luz. Cuando las colecciones empezaron a crecer se diseñaron salas especiales para acomodarlas, siempre teniendo en cuenta la luz y la seguridad de los libros.
Una de las más importantes bibliotecas fue La Sorbona, fundada en 1257, hacia fines de S. XIII, era una de las mejores bibliotecas de Europa. Contenía  más de 1000 manuscritos que incluían trabajos teológicos, filosóficos, ciencias leyes y medicina.

La conservación en las Bibliotecas Medievales


Las grandes colecciones estaban divididas en dos partes, la biblioteca pública o magna libraria, una sala de lectura donde los estudiantes y maestros podían consultar libros cuyo diseño y contenido estaban pensados para facilitar el estudio. Y una biblioteca Comunal o parva libraria, llamada también biblioteca privada o secreta, que solo estaba abierta para prestar duplicados o trabajos altamente especializados o permitir a los miembros de la institución consultar los libros.
La biblioteca típica era una sala oblonga (más larga que ancha) con cielos rasos y altos abovedados, estaban ubicadas en la parte superior de los colegios o monasterios, el lugar alto protegía a los libros de la humedad y de los robos. Contra los incendios las paredes y pisos y cielo raso eran de paredes o mampostería. Las paredes estaban pintadas de verde, color que se consideraba que ayudaba a descansar la vista. No había luz artificial y pocas veces había calefacción.
Al principio los libros, en su mayoría grandes, estaban ubicados en atriles en los espacios que había entre las ventanas y estaban situados perpendicularmente a las paredes laterales de la biblioteca. Se leía a pie o sentado. Había bancos en el lugar a los cuales los libros estaban encadenados. Solo el administrador de la biblioteca tenía las llaves para poder liberar los libros.


Los atriles fueron reemplazados por unos bancos y los libros se ubicaban sobre los anaqueles con el lomo hacia adentro. Cada estantería era designada por una letra y cada anaquel por un número romano. Esta designación combinada era el número de clasificación  que figuraba en el interior de la cubierta de los libros y en los catálogos. En algunas bibliotecas habían estantes donde algunos libros se guardaban acostados, en las bibliotecas más grandes había libros pequeños sin encadenar y eran accesibles al personal.


Características de los libros producidos por los Scritorium Benedictinos



-    De letras grandes, clara y redondas con páginas compuestas bellamente y adornadas con rúbricas e iluminaciones
-    Las páginas eran grandes de 20 x 30 cm de pergaminos grueso y encuadernación fuerte.
-    Eran considerados sagrados

Libros para usos de mendicantes y universidades

  • Más simples y económicos Con pergaminos más delgados, páginas más pequeñas
  • Encuadernación modesta y liviana.

Durante este periodo se gestaron muchas características del libro que aún hoy se conservan. El uso de los índices, los textos se dividieron en capítulos y versos y las citas se subrayan en rojo.

Los primeros Catálogos


Los primeros catálogos de las bibliotecas fueron la lista de los contenidos de los estantes, compilados más como inventarios y registros.
Luis el Piadoso, hijo de Carlomagno (r. 814-840) exigía a los monasterios una lista de los libros que poseían. Se consignaba nombre del autor, el título, la palabra de apertura y cierre, las características físicas evidentes y se podía agregar una nota breve sobre su contenido.
Contrariamente a os catálogos actuales, los temas no estaban por orden alfabético, si no que seguían una jerarquía de autoridad en el cual las escrituras tenían predominancia los textos sagrados en primer lugar, terminando en últimos lugares por los escritos filosóficos, al final estaban los libros medicina, artes y jurisprudencia. Evidentemente esta clasificación refleja la perspectiva teológica en ese momento

Manuscritos iluminados
Un manuscrito iluminado es un manuscrito en el que el texto es complementado con el agregado de decoración, tal como letras capitales decoradas, bordes y miniaturas. en la definición más estricta del término, un manuscrito ilustrado era únicamente aquél que ha sido decorado con oro y plata. Sin embargo, el concepto abarca ahora a cualquier manuscrito con ilustraciones o decoraciones de las tradiciones occidentales e islámicas.
En la elaboración de un manuscrito ilustrado, el texto solía ser escrito primero. Las hojas de pergamino o papel vitela eran cortadas en el tamaño que el autor consideraba apropiado. Después de que la configuración general de la página fuera planeada (por ejemplo: letra capital, bordes, etcétera), la página era tenuemente marcada con una varilla puntiaguda, y el amanuense comenzaba a trabajar con tinta y una pluma o plumín. La caligrafía dependió siempre de los gustos y costumbres locales.
Imágenes
Tablillas de cera
Cuando el texto estaba completo, el ilustrador se ponía manos a la obra. Los diseños más complejos eran planeados, sobre tablas de cera, que eran los cuadernos de bosquejos de la época. El diseño era entonces trazado o dibujado sobre vitela (probablemente con la ayuda de alfileres u otras marcas, como en el caso de los Evangelios de Lindisfame). Muchos manuscritos incompletos que sobrevivieron, nos dan una idea de cuáles eran los métodos utilizados en su elaboración.


En otros tiempos, la mayor parte de los manuscritos no tenían imágenes. A principios de la Edad Media, los manuscritos tendían a ser libros con numerosas ilustraciones, o manuscritos para estudiosos, con la mayor parte de sus iniciales decoradas. En el período Románico había muchos manuscritos decorados o iniciales historiadas, y manuscritos esencialmente para estudio que a menudo contenían algunas imágenes, pero raramente en color. Esta tendencia intensificada en el período gótico, cuando la mayoría de los manuscritos tenían al menos algunas decoraciones, y una proporción mucho más grande tenía imágenes de algún tipo. Los libros del período gótico en particular tenían muchos bordes elaboradamente decorados, una página gótica debía contener importantes zonas y tipos de decoración: una miniatura en el enmarcado, una inicial historiada comenzando un pasaje del texto, un fino enmarcado. A menudo distintos artistas trabajaron en diversas partes de la decoración de un mismo libro.


https://youtu.be/6biCrk_QtUY


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