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A la muerte de Alejandro Magno en 323 a. C., Ptolomeo I Sóter, uno de sus generales más destacados, fue nombrado gobernador de Egipto. Ptolomeo I Sóter (362 adC-283 adC) mandó construir en Alejandría el gran palacio que serviría de alojamiento a toda la dinastía Ptolemaica. Asistido por el arquitecto Demetrio de Falero construyo al otro lado del jardín y conocido desde el principio con el nombre de Museo, se erigió otra gran edificación. Lo llamaron así por respeto a la sabiduría, porque lo consideraron como un santuario consagrado a las Musas, que eran las diosas de la memoria, de las artes y de las ciencias. El edificio constaba de varias estancias dedicadas al saber, que con el tiempo fueron ampliándose y tomando más importancia, pero también acogía un pequeño zoo, jardines, una gran sala para reuniones e incluso un laboratorio.
Ptolomeo II encargó al poeta y filósofo Calímaco la tarea de catalogación de todos los volúmenes y libros. Fue el primer bibliotecario de Alejandría y en estos años las obras catalogadas llegaron al medio millón. Unas se presentaban en rollos de papiro o pergamino, que es lo que se llamaba "volúmenes", otras en hojas cortadas, que formaban lo que se denominaba "tomos". Cada una de estas obras podía dividirse en "partes" o "libros". Se hacían copias a mano de las obras originales, es decir "ediciones", que eran muy estimadas, incluso más que las originales, por las correcciones llevadas a cabo. Las personas encargadas de la organización de la biblioteca y que ayudaban a Calímaco rebuscaban por todas las culturas y en todas las lenguas conocidas del mundo antiguo y enviaban negociadores que pudieran hacerse con bibliotecas enteras, unas veces para comprarlas tal cual, otras como préstamo para hacer copias.
Los sabios que estudiaban, criticaban, corregían obras, etc. se clasificaron a sí mismos en dos grupos: filólogos y filósofos.
El centro consta de varias secciones culturales:
- Los Museos (Antigüedades, Manuscrito, Sadat e Historia de la Ciencia). El Museo de Antigüedades muestra los artefactos descubiertos en el sitio de construcción de la biblioteca moderna. La colección se compone de casi 1.100 piezas y documentos de diversas épocas de la civilización Egipcia. Un museo especial para monumentos bajo el agua.
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Contextualización
histórica
Helenismo
El helenismo es una época histórica y cultural en
la que se produjo la expansión de la cultura griega por todo el
Mediterráneo, llegando desde la Península Ibérica hasta Oriente. Esta época
transcurre, aproximadamente, entre la muerte de Alejandro Magno (323 a.C.)
hasta la conquista del Mediterráneo por
parte de los romanos (aprox. año 30 a.C.).
La
cultura de la Grecia clásica es propagada a través de la hegemonía y supremacía
de Macedonia, primero
con Alejandro Magno y después de su
muerte, con los diádocos (διάδοχοι) o
sucesores, los reyes de las tres grandes dinastías e imperios: Ptolemaica, Seléucida y Antigónida. Estos
soberanos supieron conservar y alentar el espíritu griego tanto en las artes
como en las ciencias. Entre la gente culta y de la aristocracia «lo griego» era
lo importante y en este concepto educaban a sus hijos. El resto de la población
de estos reinos tan dispares (Egipto, Siria, Macedonia) no participaba del
helenismo y continuaba con sus costumbres, su lengua y sus religiones. Las ciudades-estado griegas (Atenas, Esparta, Tebas…) habían llegado al declive y habían sido sustituidas en
importancia por las ciudades modernas de Alejandría, Pérgamo y Antioquía, cuyo urbanismo y construcción no tenían nada que
ver con las anteriores. En todas ellas se hablaba la lengua griega, en la
variante llamada koiné (κoινή), que es un adjetivo
griego que significa «común». Vale decir, la lengua común o panhelénica, principal vehículo de cultura.
Es
considerado como un período de transición entre el declive de la época clásica
griega y el ascenso del poder romano. Sin embargo, el esplendor de ciudades como
Alejandría, Antioquía o Pérgamo, la importancia de los cambios económicos, el
mestizaje cultural y el papel dominante del idioma griego y su difusión son
factores que modificaron profundamente el Oriente Medio antiguo en esta
etapa. Esta herencia cultural será asimilada por el mundo romano, surgiendo así
con la fusión de estas dos culturas lo que se conoce como «cultura clásica»,
fundamento de la civilización occidental.
La principal característica del helenismo es la fusión entre
la tradición griega y la cultura oriental. La difusión del pensamiento griego
llegó a regiones como Siria, Egipto o Babilonia. Los principales pensadores del
helenismo fueron Plotino, Cicerón, Zenón y Epicuro. El conocimiento producido
por la ciencia del helenismo fue desarrollado en diferentes direcciones: las
matemáticas, la geometría, la astronomía y la geografía. Los filósofos
helenísticos estaban preocupados por la ética (normas de conducta de la vida),
la búsqueda individual de la felicidad y la imperturbabilidad.
La ciudad de Alejandría
Alejandría, en Egipto, con
500.000 habitantes, se convirtió en la metrópolis de la civilización
helenística. Fue un importante centro comercial debido a su enclave geográfico
estratégico y fundamentalmente fue un foco de desarrollo y difusión de las
artes y las letras, e incluso la literatura griega tiene una fase llamada
‘alejandrina’. En esta ciudad permanecían las instituciones culturales más
importantes del helenismo: el Museo, una especie de universidad para
profesores, dotado de jardines botánicos, el Zoológico, el Observatorio
Astronómico y la Biblioteca, con 200.000 volúmenes, salas de copistas y
talleres para la preparación del papiro. El Reino de Egipto sólo terminó con la
conquista de Octavio en el reinado de Cleopatra. El reino sirio cubrió casi todo
el antiguo imperio persa hasta el río Indo. La capital era Antioquía, otro
centro importante de la cultura helenística, cerca de la desembocadura del
Orontes, en el Mediterráneo. Los seléucidas, sin embargo, no pudieron mantener
la unidad de su vasto imperio, que finalmente sería conquistado por los romanos
en el siglo I a.C. El reino de Macedonia tuvo que hacer frente a las luchas de
las ciudades griegas, la defensa celosa de su autonomía y, por último, el anexo
al Imperio Romano. Desde el punto de vista cultural, el periodo comprendido
entre el 280 y el 160 a.C. fue excepcional. Tuvieron gran desarrollo de la
historia, con Polibius; las matemáticas y la física, con Euclides, Eratóstenes
y Arquímedes; la astronomía, con Aristarco, Hiparco, Seleuco y Heráclides; la
geografía, con Posidonio; la medicina, con Herófilo y Erasístrato; la
gramática, con Dioniso; y la literatura, con Teócrito.
La biblioteca en la
Antigüedad
A la muerte de Alejandro Magno en 323 a. C., Ptolomeo I Sóter, uno de sus generales más destacados, fue nombrado gobernador de Egipto. Ptolomeo I Sóter (362 adC-283 adC) mandó construir en Alejandría el gran palacio que serviría de alojamiento a toda la dinastía Ptolemaica. Asistido por el arquitecto Demetrio de Falero construyo al otro lado del jardín y conocido desde el principio con el nombre de Museo, se erigió otra gran edificación. Lo llamaron así por respeto a la sabiduría, porque lo consideraron como un santuario consagrado a las Musas, que eran las diosas de la memoria, de las artes y de las ciencias. El edificio constaba de varias estancias dedicadas al saber, que con el tiempo fueron ampliándose y tomando más importancia, pero también acogía un pequeño zoo, jardines, una gran sala para reuniones e incluso un laboratorio.
La
Gran Biblioteca de Alejandría, llamada así para distinguirla de la pequeña o
hermana biblioteca en el Serapeo, fue fundada por los primeros Ptolomeos con el
propósito de ayudar al mantenimiento de la civilización griega en el seno de la
muy conservadora civilización egipcia que rodeaba a la ciudad alejandrina. Si
bien es cierto que el traslado de Demetrio Falereo a Alejandría en el año
296-295 adC, está relacionado con la organización de la biblioteca, también lo
es que por lo menos el plan de esta institución fue elaborado bajo Ptolomeo
Sóter (muerto alrededor de 284 adC), y que la finalización de la obra y su
conexión con el Museo fue la obra máxima de su sucesor, Ptolomeo II Filadelfo.
Como Estrabón no hace mención de la biblioteca en su descripción de los
edificios del puerto, parece claro que no estaba en esta parte de la ciudad,
además, su conexión con el Museo, permite ubicarla en el Brucheion, el distrito
real en el noreste de la ciudad.
Las
salas del Museo que se dedicaron a biblioteca acabaron siendo las más
importantes de toda la institución, que fue conocida en el mundo intelectual de
la antigüedad al ser único. El origen griego de los Ptolomeos está en su gusto
por el saber y el conocimiento; durante siglos apoyaron y conservaron la
biblioteca que, desde sus comienzos, mantuvo un ambiente de estudio y de
trabajo. Dedicaron grandes sumas a la adquisición de libros, con obras de
Grecia, Persia, India, Israel, África y otras culturas, aunque predominaba la
literatura griega.
La
biblioteca del Museo constaba de diez estancias dicadas a la investigación,
cada una de ellas dedicada a una disciplina diferente. Un gran número de poetas
y filósofos, que llegaron a ser más de cien en sus mejores años, se ocupaban de
su mantenimiento, con una dedicación total. En realidad se consideraba el
edificio del Museo como un verdadero templo dedicado al saber.
Se
sabe que desde el principio la biblioteca fue un apartado al servicio del
Museo. Pero más tarde, cuando esta entidad adquirió gran importancia y gran
volumen, hubo necesidad de crear un anexo cercano. Se cree que esta segunda
biblioteca (la biblioteca hija) fue creada por Ptolomeo III Evergetes (246
adC-221 adC), y se estableció en la colina del barrio de Racotis (hoy se llama
Karmuz), en un lugar de Alejandría más alejado del mar, en el antiguo templo
erigido por los primeros ptolomeos al dios Serapis, llamado el Serapeo,
considerado como uno de los edificios más bellos de la Antigüedad. En la época
del Imperio Romano, los emperadores la protegieron en gran manera: incluso la
modernizaron incorporando calefacción central mediante tuberías con el fin de
mantener los libros bien secos en los depósitos subterráneos.
Organización
Ptolomeo II encargó al poeta y filósofo Calímaco la tarea de catalogación de todos los volúmenes y libros. Fue el primer bibliotecario de Alejandría y en estos años las obras catalogadas llegaron al medio millón. Unas se presentaban en rollos de papiro o pergamino, que es lo que se llamaba "volúmenes", otras en hojas cortadas, que formaban lo que se denominaba "tomos". Cada una de estas obras podía dividirse en "partes" o "libros". Se hacían copias a mano de las obras originales, es decir "ediciones", que eran muy estimadas, incluso más que las originales, por las correcciones llevadas a cabo. Las personas encargadas de la organización de la biblioteca y que ayudaban a Calímaco rebuscaban por todas las culturas y en todas las lenguas conocidas del mundo antiguo y enviaban negociadores que pudieran hacerse con bibliotecas enteras, unas veces para comprarlas tal cual, otras como préstamo para hacer copias.
Los
grandes buques que llegaban al famoso puerto de Alejandría cargados de
mercancías diversas eran inspeccionados por la policía, tanto en busca de contrabando
como de textos. Cuando encontraban algún rollo, lo confiscaban y lo llevaban en
depósito a la biblioteca, donde los amanuenses se encargaban de copiarlo. Una
vez hecha esa labor el rollo era devuelto a sus dueños, generalmente. El valor
de estas copias era altísimo y muy estimado. La biblioteca de Alejandría llegó
a ser la depositaria de las copias de todos los libros del mundo antiguo. Allí
fue donde realmente se llevó a cabo por primera vez el arte de la edición
crítica.
Los libros
Se sabe que en la biblioteca se llegaron a
depositar el siguiente número de libros:
200.000 volúmenes en
la época de Ptolomeo I
400.000 en la época de Ptolomeo II
700.000 en el año 48 adC, con Julio César
900.000 cuando Marco Antonio ofreció 200.000 volúmenes a Cleopatra, traídos de
la Biblioteca de Pérgamo.
Cada uno de estos volúmenes era un manuscrito con cantidad de temas diferentes.
Se cree que allí estaban depositados tres volúmenes con el título de Historia
del mundo, cuyo autor era un sacerdote babilónico llamado Beroso y que el
primer volumen narraba desde la Creación hasta el Diluvio, periodo que según él
había durado 432.000 años, es decir, cien veces más que en la cronología que se
cita en el Antiguo Testamento. Ese número permitió identificar el origen del
saber de Beroso: la India. También se sabe, que allí estaban depositadas más de
cien obras del dramturgo griego Sófocles, de las que sólo nos han llegado
siete.
Los sabios
Los sabios que estudiaban, criticaban, corregían obras, etc. se clasificaron a sí mismos en dos grupos: filólogos y filósofos.
Los
filólogos estudiaban a fondo los textos y la gramática. La Filología llegó a
ser una ciencia en aquella época, y comprendía otras disciplinas, como la
historiografía y la mitografía.
Los
filósofos eran todos los demás, la filosofía abarcaba las ramas del pensamiento
y la ciencia: física, ingeniería, biología, medicina, astronomía, geografía,
matemáticas, ingeniería, literatura, y lo que nosotros llamamos
filosofía.
Entre ellos se encontraban personajes tan conocidos como Arquímedes, el más notable científico y matemático de la antigüedad, Euclides que desarrolló allí su Geometría, Hiparco de Nicea, que explicó a todos la Trigonometría, y defendió la visión geocéntrica del Universo; Aristarco, que defendió todo lo contrario, es decir, el sistema heliocéntrico siglos antes de Copérnico, Eratóstenes, que escribió una Geografía y compuso un mapa bastante exacto del mundo conocido, Herófilo de Calcedonia, un fisiólogo que llegó a la conclusión de que la inteligencia no está en el corazón sino en el cerebro, los astrónomos Timócaris y Aristilo, Apolonio de Pérgamo, gran matemático, Herón de Alejandría, un inventor de cajas de engranajes y también de unos aparatos movidos por vapor: es el autor de la obra Autómata, la primera obra conocida sobre robots, el astrónomo y geógrafo Claudio Ptolomeo, Galeno, quien escribió bastantes obras sobre el arte de la curación y sobre anatomía; La última persona insigne del Museo fue una mujer: Hipatia de Alejandría, gran matemática y astrónoma, que tuvo una muerte atroz a manos de monjes fanáticos cristianos.
Entre ellos se encontraban personajes tan conocidos como Arquímedes, el más notable científico y matemático de la antigüedad, Euclides que desarrolló allí su Geometría, Hiparco de Nicea, que explicó a todos la Trigonometría, y defendió la visión geocéntrica del Universo; Aristarco, que defendió todo lo contrario, es decir, el sistema heliocéntrico siglos antes de Copérnico, Eratóstenes, que escribió una Geografía y compuso un mapa bastante exacto del mundo conocido, Herófilo de Calcedonia, un fisiólogo que llegó a la conclusión de que la inteligencia no está en el corazón sino en el cerebro, los astrónomos Timócaris y Aristilo, Apolonio de Pérgamo, gran matemático, Herón de Alejandría, un inventor de cajas de engranajes y también de unos aparatos movidos por vapor: es el autor de la obra Autómata, la primera obra conocida sobre robots, el astrónomo y geógrafo Claudio Ptolomeo, Galeno, quien escribió bastantes obras sobre el arte de la curación y sobre anatomía; La última persona insigne del Museo fue una mujer: Hipatia de Alejandría, gran matemática y astrónoma, que tuvo una muerte atroz a manos de monjes fanáticos cristianos.
La
primera destrucción
Es
difícil señalar el momento exacto en que se produjo la destrucción de la
Biblioteca de Alejandría. El hecho está envuelto en mitos y tinieblas, y hay
que indagar en las fuentes para hacerse una idea de la secuencia de los
acontecimientos. La primera información al respecto se remonta al año 47 a.C.
En la guerra entre los pretendientes al trono de Egipto, el general romano
Julio César, que había acudido a Alejandría para apoyar a la reina Cleopatra,
fue sitiado en el complejo palacial fortificado de los Ptolomeos, en el barrio
de Bruquión, que daba al mar y donde seguramente se emplazaba la biblioteca de
los «Libros regios» así como el Museo. César se defendió bravamente en el
palacio, pero durante un ataque se produjo en el arsenal un incendio que se extendió
a una sección del palacio. Entonces se habrían quemado numerosos libros que el
propio César pretendía transportar a Roma –las fuentes hablan de 40.000
rollos–; algunos afirmaron incluso que ardió la biblioteca entera. Este último
extremo no es verosímil, sobre todo debido a la magnitud que habría tenido ese
incendio para el propio palacio. De cualquier modo, se dijo que años más tarde,
Marco Antonio, mientras estaba en Alejandría en compañía de Cleopatra, donó un
gran número de libros procedentes de la biblioteca rival de Pérgamo, quizá como
una manera de compensar la anterior destrucción.
Comienza
el declive
Con
la caída de Antonio y Cleopatra y el consiguiente hundimiento del reino
ptolemaico de Egipto, que cayó en manos de Roma, Alejandría fue entrando en una
lenta e inexorable decadencia, y con ella también su Biblioteca. Ciertamente,
ésta siguió atrayendo a estudiantes y sabios, como Diodoro Sículo o Estrabón, y
su fama rebasaba las fronteras. Pero ya no existía una corte real propia que se
preocupara por dotarla, y la ciudad egipcia perdía empuje ante Roma, la capital
del Imperio. El carácter de la Biblioteca evolucionó. Se abandonó la pretensión
de totalidad que tuvieron los primeros Ptolomeos, ansiosos de recopilar todo el
saber, incluido el de otros pueblos no griegos, como las tradiciones egipcias y
judías o los himnos de Zoroastro, que fueron convenientemente traducidos al
griego. Las diversas crisis del siglo II, como la terrible peste Antonina que
asoló Egipto, y sobre todo del siglo III, repleto de usurpaciones políticas y
graves conflictos, tuvieron repercusiones muy negativas para la vida cultural
de la ciudad y en particular para la conservación de los libros de la
Biblioteca. Para colmo de males, en el año 272 el emperador Aureliano arrasó
Alejandría en el transcurso de su campaña contra la reina Zenobia de Palmira.
Años después, bajo el reinado de Diocleciano, la urbe sufrió otra importante
devastación que afectó al complejo palacial.
La
proclamación del cristianismo como religión oficial del Imperio en el siglo IV
tuvo consecuencias más graves para la biblioteca alejandrina. En sus anaqueles
se habían compilado los saberes del paganismo clásico, justamente el tipo de
cultura que rechazaban algunos movimientos cristianos. Eran los años en que
figuras como san Antonio huían al desierto o a comunidades monásticas donde se
dedicaban sólo a orar y meditar sobre las Escrituras. Inevitablemente, los
viejos libros de la biblioteca ptolemaica dejaron de interesar a los adeptos de
la nueva religión. Pero eso no fue todo. Las leyes contra el paganismo
promulgadas por el emperador Teodosio fueron aprovechadas por los cristianos
más exaltados para legitimar sus ataques contra templos e instituciones del
paganismo. De este modo, la importante biblioteca del Serapeo, fundación de
Ptolomeo Evergetes –que algunos autores confunden con la biblioteca real, la
propiamente dicha Biblioteca de Alejandría–, fue arrasada en el año 391 durante
un «pogromo» antipagano instigado por el patriarca Teófilo. Años más tarde, en
415, la filósofa y científica Hipatia de Alejandría, tal vez la última
representante de la tradición filosófica alejandrina, moría a manos de una
horda de monjes cristianos
instigados por el patriarca Cirilo, a la sazón sucesor de Teófilo, y junto con ella desapareció su valiosa biblioteca. Por esa misma época, el teólogo hispano Orosio informaba de que al visitar la ciudad sólo halló anaqueles vacíos en los templos, sin ningún libro en ellos, pese a la fama libresca de Alejandría.
Si la Biblioteca no había desaparecido del todo, no hay duda de que en los decenios posteriores su declive se agudizó. La violencia sacudía una y otra vez la ciudad, con constantes guerras y enfrentamientos por el poder.
A comienzos del siglo VII, la sangrienta disputa por el trono de Bizancio entre el usurpador Focas y el futuro emperador Heraclio dejó un rastro de destrucción en Alejandría. No fueron menores los daños que causó, en 618, la conquista de Egipto por los persas de Cosroes, quienes llegaron a robar la reliquia de la Vera Cruz de Jerusalén, aunque Heraclio logró recuperar la ciudad y todo Egipto para Bizancio.
instigados por el patriarca Cirilo, a la sazón sucesor de Teófilo, y junto con ella desapareció su valiosa biblioteca. Por esa misma época, el teólogo hispano Orosio informaba de que al visitar la ciudad sólo halló anaqueles vacíos en los templos, sin ningún libro en ellos, pese a la fama libresca de Alejandría.
Si la Biblioteca no había desaparecido del todo, no hay duda de que en los decenios posteriores su declive se agudizó. La violencia sacudía una y otra vez la ciudad, con constantes guerras y enfrentamientos por el poder.
A comienzos del siglo VII, la sangrienta disputa por el trono de Bizancio entre el usurpador Focas y el futuro emperador Heraclio dejó un rastro de destrucción en Alejandría. No fueron menores los daños que causó, en 618, la conquista de Egipto por los persas de Cosroes, quienes llegaron a robar la reliquia de la Vera Cruz de Jerusalén, aunque Heraclio logró recuperar la ciudad y todo Egipto para Bizancio.
La
invasión árabe
El
golpe de gracia para la Biblioteca llegó en el año 640, cuando el Imperio
bizantino sufrió la arrolladora irrupción de los árabes y Egipto se perdió
totalmente. La propia Alejandría fue capturada por un ejército musulmán
comandado por Amrú. Y fue justamente este general quien, según la tradición,
habría destruido la Biblioteca cumpliendo una orden del califa Omar. El
episodio es relatado en detalle por un autor siríaco cristiano del siglo XIII,
Bar-Hebraeus, quien se refiere incluso a una gestión desesperada para salvar
los libros por parte del teólogo Juan Filópono. Según esta fuente, el general
árabe Amrú era una persona sensible y cultivada, y tras
escuchar las alegaciones de Filópono dirigió al califa Omar una carta en la que
le pedía instrucciones sobre lo que había que hacer con los libros de la
biblioteca. Omar, estricto en sus creencias, repuso: «Si esos libros están de
acuerdo con el Corán, no tenemos necesidad de ellos, y si éstos se oponen al
Corán, deben ser destruidos». La orden era clara y fue ejecutada sin
contemplaciones. También las fuentes árabes, aunque muy posteriores a los
hechos, reconocían la destrucción; una de ellas dice incluso que los libros se
usaron como combustible en los baños de la ciudad y que se necesitaron seis
meses para quemarlos todos.
Este
desenlace ha sido muy discutido por los estudiosos. En el siglo XVIII, el gran
historiador británico Edward Gibbon consideró que la historia era inverosímil,
una invención para imputar a los musulmanes lo que en realidad había sido
responsabilidad de los cristianos. Algunos autores creen que la Biblioteca
desapareció de forma progresiva y que a la llegada de los musulmanes apenas
quedaba nada, aunque cabe también pensar que para entonces hubiera muchos
libros nuevos, de teología cristiana, junto a otros de mayor antigüedad, como
las obras aristotélicas a las que se refirió el propio Filópono y que, según se
dice, logró salvar.
Sea
o no cierta la historia, lo cierto es que el rastro de la Biblioteca de
Alejandría se perdió para siempre, cumpliendo lo que parece ser
el sino de muchas de las grandes bibliotecas, el de perecer víctimas de la violencia, la intolerancia o el infortunio. La historia está plagada de episodios similares. Sin ir más lejos, el 18 de diciembre de 2011 se incendió la biblioteca de la Academia de Ciencias de Egipto, en El Cairo, que albergaba 200.000 documentos que se remontaban al siglo XVIII –entre ellos, una valiosa copia original de la Descripción de Egipto– y que contenían valiosísimas fuentes para la investigación del país del Nilo.
el sino de muchas de las grandes bibliotecas, el de perecer víctimas de la violencia, la intolerancia o el infortunio. La historia está plagada de episodios similares. Sin ir más lejos, el 18 de diciembre de 2011 se incendió la biblioteca de la Academia de Ciencias de Egipto, en El Cairo, que albergaba 200.000 documentos que se remontaban al siglo XVIII –entre ellos, una valiosa copia original de la Descripción de Egipto– y que contenían valiosísimas fuentes para la investigación del país del Nilo.
La biblioteca de Alejandría
en la actualidad
En
el año 1987 surgió
un ambicioso proyecto cultural: construir una nueva biblioteca —la BibliothecaAlexandrina—
en la ciudad de Alejandría,cerca del lugar donde se supone que se encontraba el
antiguo edificio, y así recuperar el
espíritu original de la Biblioteca como centro de aprendizaje, el diálogo y la
racionalidad.
Para
llevar a cabo semejante proyecto se unieron los esfuerzos económicos de
diversos países europeos, americanos y árabes, más el gobierno de Egipto y
la Unesco,
patrocinando el proyecto la Universidad de Alejandría. El presupuesto en aquel
año fue de 230 millones de dólares.
Las obras empezaron el día 15 de mayo de 1995 y se terminaron
el31 de diciembre de 1996. A su inauguración
acudieron tres reinas: la de España,
la de Suecia y
la de Jordania,
además de algunos jefes de Estado.
El
edificio fue diseñado por el estudio de arquitectura noruego Snøhetta AS, con forma de
un enorme cilindro de cemento, cristal y granito, realizado con materiales traídos desde Asuán para
la fachada, dispuesta con bajorrelieves caligráficos
de la mayoría de las lenguas del mundo.
Tiene
una superficie de 36.770 metros cuadrados con una altura de 33 metros. Consta
de once niveles, de los cuales cuatro se hallan por debajo del nivel de la
calle.
Su
cubierta es circular, haciendo así un homenaje al dios egipcio Ra,
el dios del Sol, diseñada y construida de tal manera que la combinación de
vidrio y aluminio
tamiza la luz interior, mientras que por fuera se refleja hacia el Mediterráneo, como un recuerdo del famoso faro de Alejandría.
Así
renace el 16 de octubre del 2002, unos 1.600 años después de la desaparición
definitiva de aquellas grandes colecciones del saber.
Está
abierta al público, puede hacer uso de ella cualquiera que necesite de sus
servicios. Su catálogo informatizado, desarrollado en colaboración con Francia,
será un testimonio más de la sofisticación de la antigua biblioteca, la primera
en clasificar los papiros y pergaminos que almacenaba. Los equipos
audiovisuales han sido donados por Japón, el laboratorio para la restauración
de manuscritos por Italia y los equipos para el transporte de documentos por
Alemania.
El centro consta de varias secciones culturales:
-
El proyecto incluye tres edificios
principales: la biblioteca, un centro de conferencias y una esfera de 18 metros
de altura, que constituye el planetario.
-
Los Centros de Investigación Académica, dedicados a temas varios.
-
La propia Biblioteca, que contiene millones de libros y comprende
la Biblioteca General más 9 Bibliotecas especializadas.
-
Sala de lectura que permite acoger a 2.000 usuarios en once niveles.
Encontraremos 1,5 millones de libros en 80 lenguas, pero su capacidad
máxima alcanza la cifra de 8 millones de libros. Hay 50.000 mapas, 10.000
manuscritos, 50.000 libros únicos y además ejemplares del mundo moderno, con
10.000 archivos multimedia de audio y 50.000 visuales. Todo esto lo dirigen y
supervisan unos 600 funcionarios.
-
El Centro de Ciencias Planetario, que a su vez se divide en Planetario, Museo
de Historia de la Ciencia y ALEXploratorium.
- Los Museos (Antigüedades, Manuscrito, Sadat e Historia de la Ciencia). El Museo de Antigüedades muestra los artefactos descubiertos en el sitio de construcción de la biblioteca moderna. La colección se compone de casi 1.100 piezas y documentos de diversas épocas de la civilización Egipcia. Un museo especial para monumentos bajo el agua.
- Las salas
de Exposiciones Permanentes sobre Artes Visuales Contemporáneas,
Colecciones personales y Colecciones del Patrimonio.
- El Centro de Conferencias con 3000 asientos.
- El Foro para el Diálogo y Estudios Políticos.
- Culturama, un programa de proyección panorámica sobre 9 pantallas
interactivas que cubren 180º de visión.
- VISTA,
un programa educativo basado en la realidad virtual en 3D.
- El Archivo de Internet, que posee grabada en su memoria todas las páginas webs que han existido en el mundo desde 1996.
- El Archivo de Internet, que posee grabada en su memoria todas las páginas webs que han existido en el mundo desde 1996.
-
Las Librerías, una de ellas situadas a la entrada y otra en
el Planetario.
-Hay
además un laboratorio de restauración, una biblioteca para niños invidentes o
discapacitados y una moderna imprenta.
La
biblioteca de Alejandría tiene un diseño arquitectónico ultramoderno. A través
de este nuevo edificio el pueblo egipcio ha resucitado la octava maravilla del
mundo.
Vista
interior
Vista
panorámica
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