martes, 24 de mayo de 2016

Biblioteca de Alejandría


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Contextualización histórica 
Helenismo
El helenismo es una época histórica y cultural en la que se produjo la expansión de la cultura griega por todo el Mediterráneo, llegando desde la Península Ibérica hasta Oriente. Esta época transcurre, aproximadamente, entre la muerte de Alejandro Magno (323 a.C.) hasta la conquista del Mediterráneo por  parte de los romanos (aprox. año 30 a.C.).
La cultura de la Grecia clásica es propagada a través de la hegemonía y supremacía de Macedonia, primero con  Alejandro Magno y después de su muerte, con los diádocos (διάδοχοι) o sucesores, los reyes de las tres grandes dinastías e imperios: Ptolemaica, Seléucida y Antigónida. Estos soberanos supieron conservar y alentar el espíritu griego tanto en las artes como en las ciencias. Entre la gente culta y de la aristocracia «lo griego» era lo importante y en este concepto educaban a sus hijos. El resto de la población de estos reinos tan dispares (Egipto, Siria, Macedonia) no participaba del helenismo y continuaba con sus costumbres, su lengua y sus religiones. Las ciudades-estado griegas (Atenas, Esparta, Tebas…) habían llegado al declive y habían sido sustituidas en importancia por las ciudades modernas de Alejandría, Pérgamo y Antioquía, cuyo urbanismo y construcción no tenían nada que ver con las anteriores. En todas ellas se hablaba la lengua griega, en la variante llamada koiné (κoινή), que es un adjetivo griego que significa «común». Vale decir, la lengua común o panhelénica, principal vehículo de cultura.
Es considerado como un período de transición entre el declive de la época clásica griega y el ascenso del poder romano. Sin embargo, el esplendor de ciudades como Alejandría, Antioquía o Pérgamo, la importancia de los cambios económicos, el mestizaje cultural y el papel dominante del idioma griego y su difusión son factores que modificaron profundamente el Oriente Medio antiguo en esta etapa. Esta herencia cultural será asimilada por el mundo romano, surgiendo así con la fusión de estas dos culturas lo que se conoce como «cultura clásica», fundamento de la civilización occidental.
La principal característica del helenismo es la fusión entre la tradición griega y la cultura oriental. La difusión del pensamiento griego llegó a regiones como Siria, Egipto o Babilonia. Los principales pensadores del helenismo fueron Plotino, Cicerón, Zenón y Epicuro. El conocimiento producido por la ciencia del helenismo fue desarrollado en diferentes direcciones: las matemáticas, la geometría, la astronomía y la geografía. Los filósofos helenísticos estaban preocupados por la ética (normas de conducta de la vida), la búsqueda individual de la felicidad y la imperturbabilidad.

La ciudad de Alejandría

Alejandría, en Egipto, con 500.000 habitantes, se convirtió en la metrópolis de la civilización helenística. Fue un importante centro comercial debido a su enclave geográfico estratégico y fundamentalmente fue un foco de desarrollo y difusión de las artes y las letras, e incluso la literatura griega tiene una fase llamada ‘alejandrina’. En esta ciudad permanecían las instituciones culturales más importantes del helenismo: el Museo, una especie de universidad para profesores, dotado de jardines botánicos, el Zoológico, el Observatorio Astronómico y la Biblioteca, con 200.000 volúmenes, salas de copistas y talleres para la preparación del papiro. El Reino de Egipto sólo terminó con la conquista de Octavio en el reinado de Cleopatra. El reino sirio cubrió casi todo el antiguo imperio persa hasta el río Indo. La capital era Antioquía, otro centro importante de la cultura helenística, cerca de la desembocadura del Orontes, en el Mediterráneo. Los seléucidas, sin embargo, no pudieron mantener la unidad de su vasto imperio, que finalmente sería conquistado por los romanos en el siglo I a.C. El reino de Macedonia tuvo que hacer frente a las luchas de las ciudades griegas, la defensa celosa de su autonomía y, por último, el anexo al Imperio Romano. Desde el punto de vista cultural, el periodo comprendido entre el 280 y el 160 a.C. fue excepcional. Tuvieron gran desarrollo de la historia, con Polibius; las matemáticas y la física, con Euclides, Eratóstenes y Arquímedes; la astronomía, con Aristarco, Hiparco, Seleuco y Heráclides; la geografía, con Posidonio; la medicina, con Herófilo y Erasístrato; la gramática, con Dioniso; y la literatura, con Teócrito.





La biblioteca en la Antigüedad

A la muerte de Alejandro Magno en 323 a. C., Ptolomeo I Sóter, uno de sus generales más destacados, fue nombrado gobernador de Egipto. Ptolomeo I Sóter (362 adC-283 adC) mandó construir en Alejandría el gran palacio que serviría de alojamiento a toda la dinastía Ptolemaica. Asistido por el arquitecto Demetrio de Falero construyo al otro lado del jardín y conocido desde el principio con el nombre de Museo, se erigió otra gran edificación. Lo llamaron así por respeto a la sabiduría, porque lo consideraron como un santuario consagrado a las Musas, que eran las diosas de la memoria, de las artes y de las ciencias. El edificio constaba de varias estancias dedicadas al saber, que con el tiempo fueron ampliándose y tomando más importancia, pero también acogía un pequeño zoo, jardines, una gran sala para reuniones e incluso un laboratorio.
La Gran Biblioteca de Alejandría, llamada así para distinguirla de la pequeña o hermana biblioteca en el Serapeo, fue fundada por los primeros Ptolomeos con el propósito de ayudar al mantenimiento de la civilización griega en el seno de la muy conservadora civilización egipcia que rodeaba a la ciudad alejandrina. Si bien es cierto que el traslado de Demetrio Falereo a Alejandría en el año 296-295 adC, está relacionado con la organización de la biblioteca, también lo es que por lo menos el plan de esta institución fue elaborado bajo Ptolomeo Sóter (muerto alrededor de 284 adC), y que la finalización de la obra y su conexión con el Museo fue la obra máxima de su sucesor, Ptolomeo II Filadelfo. Como Estrabón no hace mención de la biblioteca en su descripción de los edificios del puerto, parece claro que no estaba en esta parte de la ciudad, además, su conexión con el Museo, permite ubicarla en el Brucheion, el distrito real en el noreste de la ciudad.
Las salas del Museo que se dedicaron a biblioteca acabaron siendo las más importantes de toda la institución, que fue conocida en el mundo intelectual de la antigüedad al ser único. El origen griego de los Ptolomeos está en su gusto por el saber y el conocimiento; durante siglos apoyaron y conservaron la biblioteca que, desde sus comienzos, mantuvo un ambiente de estudio y de trabajo. Dedicaron grandes sumas a la adquisición de libros, con obras de Grecia, Persia, India, Israel, África y otras culturas, aunque predominaba la literatura griega.
La biblioteca del Museo constaba de diez estancias dicadas a la investigación, cada una de ellas dedicada a una disciplina diferente. Un gran número de poetas y filósofos, que llegaron a ser más de cien en sus mejores años, se ocupaban de su mantenimiento, con una dedicación total. En realidad se consideraba el edificio del Museo como un verdadero templo dedicado al saber.
Se sabe que desde el principio la biblioteca fue un apartado al servicio del Museo. Pero más tarde, cuando esta entidad adquirió gran importancia y gran volumen, hubo necesidad de crear un anexo cercano. Se cree que esta segunda biblioteca (la biblioteca hija) fue creada por Ptolomeo III Evergetes (246 adC-221 adC), y se estableció en la colina del barrio de Racotis (hoy se llama Karmuz), en un lugar de Alejandría más alejado del mar, en el antiguo templo erigido por los primeros ptolomeos al dios Serapis, llamado el Serapeo, considerado como uno de los edificios más bellos de la Antigüedad. En la época del Imperio Romano, los emperadores la protegieron en gran manera: incluso la modernizaron incorporando calefacción central mediante tuberías con el fin de mantener los libros bien secos en los depósitos subterráneos.
Organización

Ptolomeo II encargó al poeta y filósofo Calímaco la tarea de catalogación de todos los volúmenes y libros. Fue el primer bibliotecario de Alejandría y en estos años las obras catalogadas llegaron al medio millón. Unas se presentaban en rollos de papiro o pergamino, que es lo que se llamaba "volúmenes", otras en hojas cortadas, que formaban lo que se denominaba "tomos". Cada una de estas obras podía dividirse en "partes" o "libros". Se hacían copias a mano de las obras originales, es decir "ediciones", que eran muy estimadas, incluso más que las originales, por las correcciones llevadas a cabo. Las personas encargadas de la organización de la biblioteca y que ayudaban a Calímaco rebuscaban por todas las culturas y en todas las lenguas conocidas del mundo antiguo y enviaban negociadores que pudieran hacerse con bibliotecas enteras, unas veces para comprarlas tal cual, otras como préstamo para hacer copias.
Los grandes buques que llegaban al famoso puerto de Alejandría cargados de mercancías diversas eran inspeccionados por la policía, tanto en busca de contrabando como de textos. Cuando encontraban algún rollo, lo confiscaban y lo llevaban en depósito a la biblioteca, donde los amanuenses se encargaban de copiarlo. Una vez hecha esa labor el rollo era devuelto a sus dueños, generalmente. El valor de estas copias era altísimo y muy estimado. La biblioteca de Alejandría llegó a ser la depositaria de las copias de todos los libros del mundo antiguo. Allí fue donde realmente se llevó a cabo por primera vez el arte de la edición crítica.

Los libros


Se sabe que en la biblioteca se llegaron a depositar el siguiente número de libros:

200.000 volúmenes en la época de Ptolomeo I 

400.000 en la época de Ptolomeo II 

700.000 en el año 48 adC, con Julio César 
900.000 cuando Marco Antonio ofreció 200.000 volúmenes a Cleopatra, traídos de la Biblioteca de Pérgamo. 
Cada uno de estos volúmenes era un manuscrito con cantidad de temas diferentes. Se cree que allí estaban depositados tres volúmenes con el título de Historia del mundo, cuyo autor era un sacerdote babilónico llamado Beroso y que el primer volumen narraba desde la Creación hasta el Diluvio, periodo que según él había durado 432.000 años, es decir, cien veces más que en la cronología que se cita en el Antiguo Testamento. Ese número permitió identificar el origen del saber de Beroso: la India. También se sabe, que allí estaban depositadas más de cien obras del dramturgo griego Sófocles, de las que sólo nos han llegado siete.


Los sabios

Los sabios que estudiaban, criticaban, corregían obras, etc. se clasificaron a sí mismos en dos grupos: filólogos y filósofos.
Los filólogos estudiaban a fondo los textos y la gramática. La Filología llegó a ser una ciencia en aquella época, y comprendía otras disciplinas, como la historiografía y la mitografía. 
Los filósofos eran todos los demás, la filosofía abarcaba las ramas del pensamiento y la ciencia: física, ingeniería, biología, medicina, astronomía, geografía, matemáticas, ingeniería, literatura, y lo que nosotros llamamos filosofía.
Entre ellos se encontraban personajes tan conocidos como Arquímedes, el más notable científico y matemático de la antigüedad, Euclides que desarrolló allí su Geometría, Hiparco de Nicea, que explicó a todos la Trigonometría, y defendió la visión geocéntrica del Universo; Aristarco, que defendió todo lo contrario, es decir, el sistema heliocéntrico siglos antes de Copérnico, Eratóstenes, que escribió una Geografía y compuso un mapa bastante exacto del mundo conocido, Herófilo de Calcedonia, un fisiólogo que llegó a la conclusión de que la inteligencia no está en el corazón sino en el cerebro, los astrónomos Timócaris y Aristilo, Apolonio de Pérgamo, gran matemático, Herón de Alejandría, un inventor de cajas de engranajes y también de unos aparatos movidos por vapor: es el autor de la obra Autómata, la primera obra conocida sobre robots, el astrónomo y geógrafo Claudio Ptolomeo, Galeno, quien escribió bastantes obras sobre el arte de la curación y sobre anatomía; La última persona insigne del Museo fue una mujer: Hipatia de Alejandría, gran matemática y astrónoma, que tuvo una muerte atroz a manos de monjes fanáticos cristianos.

La primera destrucción
Es difícil señalar el momento exacto en que se produjo la destrucción de la Biblioteca de Alejandría. El hecho está envuelto en mitos y tinieblas, y hay que indagar en las fuentes para hacerse una idea de la secuencia de los acontecimientos. La primera información al respecto se remonta al año 47 a.C. En la guerra entre los pretendientes al trono de Egipto, el general romano Julio César, que había acudido a Alejandría para apoyar a la reina Cleopatra, fue sitiado en el complejo palacial fortificado de los Ptolomeos, en el barrio de Bruquión, que daba al mar y donde seguramente se emplazaba la biblioteca de los «Libros regios» así como el Museo. César se defendió bravamente en el palacio, pero durante un ataque se produjo en el arsenal un incendio que se extendió a una sección del palacio. Entonces se habrían quemado numerosos libros que el propio César pretendía transportar a Roma –las fuentes hablan de 40.000 rollos–; algunos afirmaron incluso que ardió la biblioteca entera. Este último extremo no es verosímil, sobre todo debido a la magnitud que habría tenido ese incendio para el propio palacio. De cualquier modo, se dijo que años más tarde, Marco Antonio, mientras estaba en Alejandría en compañía de Cleopatra, donó un gran número de libros procedentes de la biblioteca rival de Pérgamo, quizá como una manera de compensar la anterior destrucción.

Comienza el declive
Con la caída de Antonio y Cleopatra y el consiguiente hundimiento del reino ptolemaico de Egipto, que cayó en manos de Roma, Alejandría fue entrando en una lenta e inexorable decadencia, y con ella también su Biblioteca. Ciertamente, ésta siguió atrayendo a estudiantes y sabios, como Diodoro Sículo o Estrabón, y su fama rebasaba las fronteras. Pero ya no existía una corte real propia que se preocupara por dotarla, y la ciudad egipcia perdía empuje ante Roma, la capital del Imperio. El carácter de la Biblioteca evolucionó. Se abandonó la pretensión de totalidad que tuvieron los primeros Ptolomeos, ansiosos de recopilar todo el saber, incluido el de otros pueblos no griegos, como las tradiciones egipcias y judías o los himnos de Zoroastro, que fueron convenientemente traducidos al griego. Las diversas crisis del siglo II, como la terrible peste Antonina que asoló Egipto, y sobre todo del siglo III, repleto de usurpaciones políticas y graves conflictos, tuvieron repercusiones muy negativas para la vida cultural de la ciudad y en particular para la conservación de los libros de la Biblioteca. Para colmo de males, en el año 272 el emperador Aureliano arrasó Alejandría en el transcurso de su campaña contra la reina Zenobia de Palmira. Años después, bajo el reinado de Diocleciano, la urbe sufrió otra importante devastación que afectó al complejo palacial.
La proclamación del cristianismo como religión oficial del Imperio en el siglo IV tuvo consecuencias más graves para la biblioteca alejandrina. En sus anaqueles se habían compilado los saberes del paganismo clásico, justamente el tipo de cultura que rechazaban algunos movimientos cristianos. Eran los años en que figuras como san Antonio huían al desierto o a comunidades monásticas donde se dedicaban sólo a orar y meditar sobre las Escrituras. Inevitablemente, los viejos libros de la biblioteca ptolemaica dejaron de interesar a los adeptos de la nueva religión. Pero eso no fue todo. Las leyes contra el paganismo promulgadas por el emperador Teodosio fueron aprovechadas por los cristianos más exaltados para legitimar sus ataques contra templos e instituciones del paganismo. De este modo, la importante biblioteca del Serapeo, fundación de Ptolomeo Evergetes –que algunos autores confunden con la biblioteca real, la propiamente dicha Biblioteca de Alejandría–, fue arrasada en el año 391 durante un «pogromo» antipagano instigado por el patriarca Teófilo. Años más tarde, en 415, la filósofa y científica Hipatia de Alejandría, tal vez la última representante de la tradición filosófica alejandrina, moría a manos de una horda de monjes cristianos
 instigados por el patriarca Cirilo, a la sazón sucesor de Teófilo, y junto con ella desapareció su valiosa biblioteca. Por esa misma época, el teólogo hispano Orosio informaba de que al visitar la ciudad sólo halló anaqueles vacíos en los templos, sin ningún libro en ellos, pese a la fama libresca de Alejandría.
Si la Biblioteca no había desaparecido del todo, no hay duda de que en los decenios posteriores su declive se agudizó. La violencia sacudía una y otra vez la ciudad, con constantes guerras y enfrentamientos por el poder.
A comienzos del siglo VII, la sangrienta disputa por el trono de Bizancio entre el usurpador Focas y el futuro emperador Heraclio dejó un rastro de destrucción en Alejandría. No fueron menores los daños que causó, en 618, la conquista de Egipto por los persas de Cosroes, quienes llegaron a robar la reliquia de la Vera Cruz de Jerusalén, aunque Heraclio logró recuperar la ciudad y todo Egipto para Bizancio.
La invasión árabe
El golpe de gracia para la Biblioteca llegó en el año 640, cuando el Imperio bizantino sufrió la arrolladora irrupción de los árabes y Egipto se perdió totalmente. La propia Alejandría fue capturada por un ejército musulmán comandado por Amrú. Y fue justamente este general quien, según la tradición, habría destruido la Biblioteca cumpliendo una orden del califa Omar. El episodio es relatado en detalle por un autor siríaco cristiano del siglo XIII, Bar-Hebraeus, quien se refiere incluso a una gestión desesperada para salvar los libros por parte del teólogo Juan Filópono. Según esta fuente, el general árabe Amrú era una persona sensible y cultivada, y tras escuchar las alegaciones de Filópono dirigió al califa Omar una carta en la que le pedía instrucciones sobre lo que había que hacer con los libros de la biblioteca. Omar, estricto en sus creencias, repuso: «Si esos libros están de acuerdo con el Corán, no tenemos necesidad de ellos, y si éstos se oponen al Corán, deben ser destruidos». La orden era clara y fue ejecutada sin contemplaciones. También las fuentes árabes, aunque muy posteriores a los hechos, reconocían la destrucción; una de ellas dice incluso que los libros se usaron como combustible en los baños de la ciudad y que se necesitaron seis meses para quemarlos todos.
Este desenlace ha sido muy discutido por los estudiosos. En el siglo XVIII, el gran historiador británico Edward Gibbon consideró que la historia era inverosímil, una invención para imputar a los musulmanes lo que en realidad había sido responsabilidad de los cristianos. Algunos autores creen que la Biblioteca desapareció de forma progresiva y que a la llegada de los musulmanes apenas quedaba nada, aunque cabe también pensar que para entonces hubiera muchos libros nuevos, de teología cristiana, junto a otros de mayor antigüedad, como las obras aristotélicas a las que se refirió el propio Filópono y que, según se dice, logró salvar.
Sea o no cierta la historia, lo cierto es que el rastro de la Biblioteca de Alejandría se perdió para siempre, cumpliendo lo que parece ser
el sino de muchas de las grandes bibliotecas, el de perecer víctimas de la violencia, la intolerancia o el infortunio. La historia está plagada de episodios similares. Sin ir más lejos, el 18 de diciembre de 2011 se incendió la biblioteca de la Academia de Ciencias de Egipto, en El Cairo, que albergaba 200.000 documentos que se remontaban al siglo XVIII –entre ellos, una valiosa copia original de la Descripción de Egipto– y que contenían valiosísimas fuentes para la investigación del país del Nilo. 

La biblioteca de Alejandría en la actualidad
En el año 1987 surgió un ambicioso proyecto cultural: construir una nueva biblioteca —la BibliothecaAlexandrina— en la ciudad de Alejandría,cerca del lugar donde se supone que se encontraba el antiguo edificio, y así  recuperar el espíritu original de la Biblioteca como centro de aprendizaje, el diálogo y la racionalidad.
Para llevar a cabo semejante proyecto se unieron los esfuerzos económicos de diversos países europeos, americanos y árabes, más el gobierno de Egipto y la Unesco, patrocinando el proyecto la Universidad de Alejandría. El presupuesto en aquel año fue de 230 millones de dólares. Las obras empezaron el día 15 de mayo de 1995 y se terminaron el31 de diciembre de 1996. A su inauguración acudieron tres reinas: la de España, la de Suecia y la de Jordania, además de algunos jefes de Estado.
El edificio fue diseñado por el estudio de arquitectura noruego Snøhetta AS, con forma de un enorme cilindro de cementocristalgranito, realizado con materiales traídos desde Asuán para la fachada, dispuesta con bajorrelieves caligráficos de la mayoría de las lenguas del mundo.
Tiene una superficie de 36.770 metros cuadrados con una altura de 33 metros. Consta de once niveles, de los cuales cuatro se hallan por debajo del nivel de la calle.
Su cubierta es circular, haciendo así un homenaje al dios egipcio Ra, el dios del Sol, diseñada y construida de tal manera que la combinación de vidrio y aluminio tamiza la luz interior, mientras que por fuera se refleja hacia el Mediterráneo, como un recuerdo del famoso faro de Alejandría.
Así renace el 16 de octubre del 2002, unos 1.600 años después de la desaparición definitiva de aquellas grandes colecciones del saber.
Está abierta al público, puede hacer uso de ella cualquiera que necesite de sus servicios. Su catálogo informatizado, desarrollado en colaboración con Francia, será un testimonio más de la sofisticación de la antigua biblioteca, la primera en clasificar los papiros y pergaminos que almacenaba. Los equipos audiovisuales han sido donados por Japón, el laboratorio para la restauración de manuscritos por Italia y los equipos para el transporte de documentos por Alemania.

El centro consta de varias secciones culturales:
- El proyecto incluye tres edificios principales: la biblioteca, un centro de conferencias y una esfera de 18 metros de altura, que constituye el planetario.
- Los Centros de Investigación Académica, dedicados a temas varios.
- La propia Biblioteca, que contiene millones de libros y comprende la Biblioteca General más 9 Bibliotecas especializadas.
- Sala de lectura que permite acoger a 2.000 usuarios en once niveles. Encontraremos 1,5 millones de libros en 80 lenguas, pero su capacidad máxima alcanza la cifra de 8 millones de libros. Hay 50.000 mapas, 10.000 manuscritos, 50.000 libros únicos y además ejemplares del mundo moderno, con 10.000 archivos multimedia de audio y 50.000 visuales. Todo esto lo dirigen y supervisan unos 600 funcionarios.
- El Centro de Ciencias Planetario, que a su vez se divide en PlanetarioMuseo de Historia de la Ciencia y ALEXploratorium.

- Los Museos (Antigüedades, Manuscrito, Sadat e Historia de la Ciencia). El Museo de Antigüedades muestra los artefactos descubiertos en el sitio de construcción de la biblioteca moderna. La colección se compone de casi 1.100 piezas y documentos de diversas épocas de la civilización Egipcia. Un museo especial para monumentos bajo el agua.
- Las salas de Exposiciones Permanentes sobre Artes Visuales Contemporáneas, Colecciones personales y Colecciones del Patrimonio.



- El Centro de Conferencias con 3000 asientos.


- El Foro para el Diálogo y Estudios Políticos.

Culturama, un programa de proyección panorámica sobre 9 pantallas interactivas que cubren 180º de visión.

VISTA, un programa educativo basado en la realidad virtual en 3D.

- El Archivo de Internet, que posee grabada en su memoria todas las páginas webs que han existido en el mundo desde 1996.
- Las Librerías, una de ellas situadas a la entrada y otra en el Planetario.
-Hay además un laboratorio de restauración, una biblioteca para niños invidentes o discapacitados y una moderna imprenta.
La biblioteca de Alejandría tiene un diseño arquitectónico ultramoderno. A través de este nuevo edificio el pueblo egipcio ha resucitado la octava maravilla del mundo.


Vista interior

Vista panorámica



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